El partido comenzó con un minuto de silencio en memoria de David García de la Loma, árbitro fallecido el pasado 5 de marzo, y Carles Miñarro, médico del FC Barcelona, quien perdió la vida el 8 de marzo, coincidiendo con el cumpleaños de Florentino Pérez.
El ambiente en el Bernabéu era de expectativa. No solo por el rival, sino porque Vinícius y Mbappé llegaban sin marcar ni asistir en los últimos dos partidos. La ausencia de Courtois y Rüdiger era un desafío, pero al menos Bellingham estuvo con nosotros. En un momento inesperado, el portero del Rayo, Augusto Batalla, pareció cansado de estar bajo palos y decidió salir al choque con Vinícius, abandonando la portería. Unos segundos de caos en los que el arco quedó vacío, pero la jugada no terminó en gol. Quizá Batalla tiene más experiencia como defensor de lo que creemos. Pero la espera terminó. Mbappé marcó el gol que lo devolvió a su sitio. Un gol que disipó dudas, que confirmó que todo sigue igual. Su actitud, su ritmo… Nada ha cambiado. Era solo una ilusión, un espejismo. Y por si quedaban dudas, Vinícius siguió su ejemplo y marcó el segundo.
¿Pero mamá, qué pasó después?” — preguntó el chiquito. Después, el partido siguió su curso. El balón rodaba como si estuviera escribiendo su propio destino, pero el Madrid aún no había sellado el final de la historia. Vinícius miró a Mbappé, y Mbappé miró a la portería. Había algo en sus ojos, una chispa que no se veía desde hacía tiempo. El gol de Kylian fue el punto de inflexión. Fue como si el Madrid recordara de golpe quién era, como si todo lo anterior hubiese sido solo un espejismo.
Pero las historias no terminan con un solo capítulo. Vinícius, que había estado esperando su momento, decidió añadir su propia firma. Un toque, un desborde, un disparo… y el balón en la red.
“Entonces, mamá, ¿fue un final feliz?”
“No, hijo, fue solo otro capítulo de una historia que nunca termina.”
El Real Madrid se llevó el partido con autoridad. Las dudas quedaron atrás. Los goles volvieron. Y la historia sigue su curso.
