Dicen que la historia se repite hasta que uno aprende la lección. Una vez más, Real Madrid y Atlético de Madrid se encontraron, tanteando el terreno, midiéndose en un duelo que ya no es solo fútbol, sino un viejo ritual. ¿Todavía no han aprendido a soltarse? ¿A confiar más y dudar menos en el momento decisivo?
Venimos a ser testigos de este juego de atracción y rechazo, donde cada acercamiento puede terminar en un golpe y cada oportunidad perdida deja un sabor amargo a lo que pudo ser. La defensa del Atlético, más sólida que nunca, ha encajado solo 16 goles esta temporada, lejos de los más de 40 del curso pasado, lo que prometía un partido reñido.
Antes del inicio, el Bernabéu dejó claro su mensaje. El altavoz recordó a la afición que debía disfrutar el partido sin caer en comportamientos ofensivos. La amenaza de sanción por parte de la UEFA fue tomada en serio. A tres minutos del inicio, el estadio se vistió de lila y blanco. Los hinchas levantaron cartulinas con un mensaje contundente: “Te quiero ver campeón”. Como un camaleón, el Bernabéu cambió de color en un instante.
El partido comenzó con un minuto de silencio por Javier Dorado. Luego, el silencio se rompió en mil gritos. En el aire flotaba la pregunta: ¿Quién daría el primer golpe? ¿Quién rompería el hechizo? Desde el primer minuto, el Atlético dejó espacios y Rodrygo aprovechó para marcar el primer gol. El Madrid arrancó con intensidad, dominando el ritmo del partido. Después, el duelo se volvió un juego de espejos. Movimientos de un lado a otro, ninguno se atrevía a arriesgar del todo, pero la sensación de que algo estaba por estallar era inevitable.
Y si la historia se repitió… fue en el minuto 32. Samuel Lino marcó el empate, congelando la euforia blanca. ¿Era este el mismo viejo cuento? ¿O es que en el fútbol, como en la vida, el ciclo de goles, remontadas y decepciones nunca se detiene?
Pero el fútbol no es solo repetición. Es todo lo contrario. Brahim marcó el segundo gol y rompió el molde del pasado. En el minuto 61, Camavinga dejó su lugar a Modric. Casi 40 años, pero su fútbol sigue intacto. Cuando algo se cuida bien, ni el tiempo puede desgastarlo.
El Madrid quería romper el círculo. Y lo hizo, derrotando al Atlético con 2:1. Demostrando que, con esfuerzo colectivo, los patrones del pasado no siempre son una sentencia.
